Muchas veces se piensa que hablar de métodos anticonceptivos o de condones “mata el momento”, y no es raro que alguien sienta que interrumpir la pasión para sacar uno o hablar de protección sea incómodo. Pero la verdad es que cuidarte también puede ser parte del juego, incluso darle más confianza y libertad al encuentro.

Cuando sabes que estás protegid@, eliminas esa nube de preocupaciones que a veces ronda la cabeza: el miedo a un embarazo no planeado o a una infección de transmisión sexual. Esa tranquilidad se transforma en algo muy sexy, porque te permite soltar, disfrutar y conectar sin frenos. Nada corta más el rollo que estar con la cabeza en otro lado mientras deberías estar viviendo el momento.

Y ojo, usar un condón no significa cero placer. Hoy existen versiones ultradelgadas, texturizadas, con lubricantes especiales o con sabores que pueden convertir lo que parecía un trámite en parte del juego. La clave está en integrarlo de manera natural y divertida: dejar que cada quien elija cuál probar, jugar con cómo se abre o se coloca, o hacerlo parte de las caricias y los besos. Convertir la protección en parte del momento hace que se sienta mucho más íntimo y relajado.

También está el tema de la confianza: hablar de anticonceptivos y protección no apaga la chispa, al contrario, demuestra respeto y cuidado mutuo. Decir “me importa que los dos estemos bien” puede ser más sexy que cualquier línea de película, porque genera conexión y seguridad.

Y si estás planeando una escapada para vivir un momento más íntimo, hacerlo en un lugar cómodo y seguro suma mucho a la experiencia. En Guadalajara, el Motel Gran Vía es una opción ideal: accesible, moderno y discreto, con habitaciones diseñadas para que puedas relajarte y disfrutar con total privacidad. Un espacio así te da la libertad de enfocarte solo en sentir y compartir.

Al final, el sexo seguro no es un obstáculo, es un aliado. Te da la confianza de explorar, jugar y disfrutar con menos preocupaciones. Cuidarte nunca pasa de moda, y cuando lo integras como parte natural de la experiencia, se vuelve tan esencial —y tan sexy— como el resto de lo que compartes con alguien.